Carroñero
A primera vista, tras hojear Carroñero puedes pensar que es un cruce imposible entre Conan y Robert Crumb, algo tan inverosímil como una idea fastuosa. Pero no es así. Es cierto que el protagonista es un sosias del famoso personaje de Robert E. Howard, un guerrero en decadencia, reconvertido en ladrón por circunstancias poco claras, pero que mucho tienen que ver con el alcohol y las mujeres de vida alegre a lo largo de los años. este estado de perpetuo descenso a los abismos se verá interrumpido a causa de un guerra que lleva demasiado tiempo ocurriendo, teniendo que luchar en un bando (hubiera dado lo mismo uno que otro) por obligación no por deseo.
Khanis Fhou “El Mastín” fue antaño un gran guerrero y un héroe en el reino de Volga, un líder entre sus tropas, una figura noble y temida por sus enemigos. Pero tenía un punto débil, tenía conciencia y escrúpulos en una época donde la obediencia ciega es un requisito indispensable para sobrevivir en la Guardia Real del reino de Krieg bajo el yugo de un tiránico rey. Esa vena de independencia es la causa de sus actuales circunstancias.
Ricardo Vilbor nos relata la última historia de un héroe crepuscular que deberá hacer frente a un multitudinario ejercito y a una venganza pospuesta demasiado tiempo, en un tiempo indeterminado basado en la Edad Media, donde falsos dioses y reyes insaciables de poder campaban a sus anchas. Vilbor se las ingenia para situar a nuestro protagonista en las filas del reino de Tarsis, reino que se defiende del avance de Krieg, para narrarnos las escaramuzas y envites de una guarnición de soldados tartesos frente a un ejercito que les supera en número y ambición, a pesar de contar en ese momento con un héroe legendario, todo tiene pinta de terminar en una misión suicida.
El encargado de plasmar la violencia desatada de Khanis Fhou, las batallas bélicas y la miseria que asola este mundo ficticio es Vicente Montalbá, dibujante valenciano que tiene un estilo muy parecido a Crumb o nuestro Kim, que llena con un obsesivo detallismo todas y cada una de las páginas de Carroñero, disfrute visual para un lector adulto, ávido de historias diferentes de corte underground (al menos en apariencia), con un humor muy negro y crudo en algunos momentos, como puede ser el rey Johann Brey y su cortesana, cuyos parecidos al actual presidente del Gobierno y a la líder de la Comunidad de Madrid, marcan la complicidad del lector con el antihéroe protagonista.
Carroñero es más que un tebeo de batallas y violencia, es la resolución lógica de unas decisiones mal tomadas por parte de algunos individuos que terminaran condicionando al resto, que terminaran tomando un camino poco propicio que modificará su conducta frente a sus deseos. Una maravilla de lectura de principio a fin.
