Con este segundo volumen de Relatos Salvajes llegamos al final de la selección que ha hecho Panini del primer volumen de Savage Tales, un complemento perfecto a la edición que la editorial está sacando de La espada salvaje de Conan, como ya comentamos en la reseña del primer volumen. Vamos a ello.
En este segundo tomo de la serie se recogen las historias de dos personajes aparecidas en esta publicación: las de Ka-Zar, auténtico protagonista de esta colección, y las de Shanna la diablesa, quedando fuera, además de las historias de Kull que aparecieron en los primeros números de la serie, las de Brak el bárbaro o Jenn de la jungla de los números que se recopilan aquí. Tampoco se recoge aquí el único anual de la serie -en sus páginas interiores aparece como Savage Tales vol. 1 nº12-, que habría sido un broche de oro perfecto, aunque se tratara de reimpresiones en blanco y negro de historias aparecidas en Astonishing Tales y en números previos de la propia Savage Tales. Pero la verdad es que la historia de Barry Smith de Astonishing Tales habría sido bienvenida. Barry Smith siempre es bienvenido, la verdad.
Las historias de Ka-Zar que nos quedan por leer aquí siguen en la misma línea del tomo anterior: aventuras en la jungla y contrastes entre la civilización y las sociedades más salvajes. En esta línea, quizás el punto álgido del tomo sea Réquiem por un hombre atormentado, en el que un veterano de los conflictos de Irlanda del Norte acaba en la Tierra Salvaje. Una historia, por cierto, preciosamente ilustrada por Russ Heath y entintada por el grupo The Crusty Bunkers, entre los que, en alguna página, se puede reconocer sin duda el estilo de Neal Adams.
Se completa el tomo con un par de historias de Shanna la diablesa. Si Ka-Zar es un exploit de Tarzán, Shanna lo es de Sheena, la reina de la selva. Carole Seuling, la creadora del personaje, comentó hace unos años que las instrucciones que recibió decían que Shanna tenía que ser un personaje más actual y más violento que Sheena, pero la inspiración estaba ahí. En estas páginas, Carla Conway, asistida por su entonces marido Gerry, guionista de la mayor parte de las historias aquí recogidas, plantea una historia en la que Shanna se enfrenta a un malvado sacerdote hindú llamado Raga-Shah… que se quedó en nada por el cierre de Savage Tales. Igual que la carrera como guionista de Carla Conway.
En este volumen, el ilustrador principal ya no es John Buscema, y es una lástima, porque realmente se le echa de menos. El dibujante que más páginas tiene en este segundo tomo es el chino-filipino Steve Gan, cocreador de Starlord y al que vemos un estilo más cercano a Esteban Maroto que a John Buscema. No podemos decir en absoluto que sea un mal dibujante, porque no lo es… pero la sombra de Big John es alargada y se le echa mucho de menos.
Y con este volumen se pone punto y final a esta Biblioteca Relatos Salvajes. En los números que tenemos aquí la bajada de la calidad respecto al tomo anterior es apreciable, pero con la partida de Conan el Bárbaro a su propia revista en solitario se nota que Savage Tales pasa a un segundo plano, acabando en cancelación en menos de doce números. Aún así, ha sido un vistazo interesante a los primeros tiempos de las revistas en blanco y negro de la Marvel de los 70. Desde aquí toca ir ahora a la Biblioteca Espada Salvaje de Conan. Si Relatos Salvajes tiene momentos realmente buenos, lo de Espada Salvaje es de otro mundo ya.
