Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

Reseña: Promethea, de Alan Moore y J. H. Williams III

La cabecera original titulada America’s Best Comics nació en la década de los 40 del pasado siglo como título destacado de Standard Comics, sello dedicado a los comic-books de la venerable editorial pulpera y pijamera Ned Pines, también referido en multitud de ocasiones como Standard/Better/Nedor, debido a las dos líneas de tebeos de las que la primera era matriz. A finales del siglo XX, Alan Moore propone a Jim Lee una idea para una línea de tebeos que estaría cimentada en aquellas publicaciones de la edad de oro, protagonizadas por personajes como Black Terror, y por extensión en esas historias pulp que estaban pidiendo a gritos salir del cajón. En 1999 dicha idea se materializó en un subsello del estudio Wildstorm (todavía Image) del mismo nombre –America’s Best Comics– que integraba a algunos de aquellos personajes, pero que fundamentalmente intentaba recuperar el espíritu de las historias pulp y los comic-books de la primera mitad del siglo XX. Si Watchmen fue una revisión de los héroes en mallas de la silver age, ABC Comics pretendía ser el rodillo posmoderno y culterano del mago de Northampton por el que “lo pulp” todavía no había pasado. Una especie de dimensión alternativa para los superhéroes en la que el arquetipo de Superman no se habría impuesto, como el mismo Moore ha mencionado en alguna ocasión. Un lugar donde Promethea tiene cabida.

ABC Comics produjo una serie de colecciones, todas ellas escritas por el propio Alan Moore, que iban desde la pequeña delicia a lo Tom Strong, hasta lo más potente que se podía leer en la época como podía ser Top Ten. De entre todas ellas, la serie de más relumbrón –versión cinematográfica incluida– fue La Liga de los Caballeros Extraordinarios; pero no hay duda de que es Promethea la que ha trascendido como una de las obras más personales y más complejas (sino la que más) de nuestro escritor barbudo favorito. ECC Ediciones recoge ahora en una edición de lujo de tres tomos en tapa dura los 32 números USA originales por lo que se extendió la colección. Una edición cargada de extras (sobre todo en el tercer acto) digna de uno de los tebeos más extraños, removedores y apasionantes que se han creado en los últimos tiempos.

Promethea es una creación de Alan Moore junto al artista J. H. Williams III. Y hay que recalcar el término artista, porque la contribución de Williams III va más allá del trabajo como mero historietista. Promethea arranca con una universitaria llamada Sophie Bangs, que vive y estudia en un Nueva York de 1999 muy distinto al que conocimos, plagado de elementos futuristas y propios de la ciencia-ficción. Cuando la conocemos, Sophie está completando un trabajo sobre un antiguo personaje arquetípico, olvidado y retomado continuamente a lo largo de la historia de la literatura de perfil bajo, conocido como Promethea. En algún momento Sophie descubre que la entidad Promethea puede ser invocada mediante la creatividad (escribiendo un poema sobre ella, por ejemplo) y sin comerlo ni beberlo se convierte en la encarnación mágica de la Promethea de nuestra era.

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En el primer volumen de la presente edición, Sophie descubre y explora la Inmateria, la dimensión de la imaginación, conoce a las encarnaciones anteriores de Promethea (escritoras, dibujantes o musas, todas de medio pelo) y en definitiva da sus primeros pasos en el mundo de la magia, mientras al mismo tiempo enfrenta los problemas de ese Nueva York alternativo que también la necesita como heroína científica. En las primeras páginas conocemos a Stace, la fiel amiga de Sophie, atendemos a las noticias de la red Textura (una especie de teletipo omnipresente), y empezamos a reconocer el paisaje urbano, plagado de paneles con imágenes como, por ejemplo, las del Gorila Llorica, un personaje de ficción muy popular que vive angustiado por las penas ridículas del primer mundo y que escucha Radiohead. Los primeros números pueden resultar un poco tontorrones, con un tono que recuerda bastante al de la serie contemporánea Tom Strong, pero las ideas prometedoras no tardan en aparecer en escena. En los capítulos siguientes viajamos junto a Promethea por las regiones de la Inmateria, como Hy Brasil, trasunto de los populares ambientes pulp de espada y brujería, donde Moore da fantásticas pinceladas de metalenguaje y recurre al reduccionismo para explicar de forma simbólica uno de los misterios más apasionantes de la literatura de consumo rápido del siglo XX, el del personaje escrito y retomado por distintos autores (sean acreditados o no).

El nivel de exigencia para el lector aumenta con cada número. Lugares comunes de la obra de Alan Moore aparecen en escena.  Episodios como el del tarot (que recuerda a aquel paseo en coche de caballos por el Londres victoriano de From Hell) o el dedicado al encuentro sexual entre la joven Sophie AKA Promethea y el decrépito y degenerado mago Jack Fausto (con reminiscencias del amor entre reinos –el animal y el vegetal– de La cosa del pantano), funcionan a modo de filtro para cierto tipo de lectores que no conecten con las ideas más marcianas, densas, plagadas de referencias culturales y en cierto modo revolucionarias de Alan Moore, pero al mismo tiempo servirán como acicate para que otros sigan leyendo. Lo cierto es que hacia el final del tomo ya se ha abandonado completamente el estilo ligero del principio; casi sin darnos cuenta nos vamos a encontrar metidos hasta la cintura en el mundo mágico planteado por el genio de Northampton.

En cualquier caso la segunda entrega se impone como la principal prueba de fuego a la hora de abordar Promethea. Aquí es cuando Alan Moore te vuela la cabeza para que después intententes recomponer los cachitos. Si eso es algo bueno o algo malo debe decidirlo el lector. La estructura de la parte central de la serie, la que contiene dicho tomo, apenas recuerda lejanamente a la narrativa comiquera tradicional. Promethea se convierte en una suerte de ensayo narrado con imágenes acerca de la naturaleza de la magia, pero de la magia tal y como la entiende Moore, como un todo diseñado de forma precisa que contiene elementos de los mitos, las leyendas, la imaginación, la ciencia, el arte, la cultura popular, el lenguaje y casi cualquier cosa que podáis imaginar (nunca mejor dicho). Cada una de esas facetas se apoya la una sobre la otra en un perfecto equilibrio, dando forma al tejido de la propia existencia, representada por el glifo del Árbol de la vida de la Cábala.

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La estructura narrativa de la mencionada parte central de la serie recuerda poderosamente a La Divina Comedia de Dante Alighieri. Como en aquella, dos personajes, en este caso Sophie y Bárbara (la encarnación de Promethea inmediatamente anterior) exploran las esferas del mundo mágico, tal y como el poeta Virgilio acompañaba a Dante a través de los círculos del Infierno. Los personajes no progresan, no están definidos, en gran medida son bustos parlantes que sirven como excusa para explicar el universo que se despliega ante nosotros. Sophie y Barb asisten al asombroso espectáculo de la realidad, entendido aquí como teoría unificadora del todo, del conocimiento de lo material, de lo accesible por los sentidos, pero también de lo relativo a la imaginación y a lo trascendente, a los mitos y las leyendas, o a la ficción en general. Un viaje aparentemente fantástico pero que contiene todo el saber de nuestra era, algo así como ocurría en La Divina Comedia.

Para profundizar en el viaje lisérgico, Moore propone a Williams III una serie de experimentos visuales de los que normalmente sale bien parado. Los juegos narrativos, los primitivos montajes infográficos y el ordenado desorden en el que se pueden llegar a desplegar las viñetas, apoyadas por algunos textos en verso (en ocasiones), pueden resultar un galimatías difícil de digerir, sobre todo en los casos en los que el rotulado no ayuda, pero por lo general el resultado es verdaderamente estimulante. El dibujante californiano despliega una imaginación visual desbordante, con algunos momentos sublimes, cuya versión depurada y refinada quizá se muestre en el ya mítico Sandman Overture. A destacar el número #17 USA, con esas viñetas circulares alrededor del Sol que pueden empezar a leerse por cualquiera de ellas. Simplemente magnífico.

Promethea ECC vol3
Guion: Alan Moore.
Dibujo: J.H. Williams III.
Editorial: ECC Ediciones.
Formato: Cartoné, 336 págs. A Color.
Contiene: Promethea núms. 24 a 32 USA, America´s Best Comics 64 Page Giant núm. 1 USA, Tomorrow Stories Special núm. 2 USA y extracto de Tom Strong núm. 36 USAtrong núm. 36 USA
Precio: 31.50 €.


El tercer tomo, el que hoy nos traemos entre manos, procura atar todos los cabos de la historia. Moore regresa al Nueva York alternativo y retoma las tramas más pulperas, superheroicas y de ciencia-ficción, pero relacionándolo todo con el chute de conocimiento mágico y ancestral que nos hemos metido por vena en el tomo anterior. En esta entrega las historias de Promethea se cruzan con las de otros personajes del universo ABC. Promethea trae el apocalipsis (uno muy especial) y Tom Strong interviene para intentar evitarlo. Una portada protagonizada por Promethea y Tom Strong reinterpreta la del mítico Superman vs. The Amazing Spider-Man: The Battle of the Century (1976), homenajeando el cruce definitivo entre personajes de universos distintos. Un detalle meta comiquero de los tantos que se incluyen en el cierre de la serie, desplegado en otra portada referencial, otra de las tantas que algún día encontrarán su espacio para ser analizadas. La cuarta barrera y la naturaleza de las historias se revelan como elementos del apocalipsis traído por Promethea. Y aquí es donde los que han aguantado el envite del Alan Moore más denso y personal se quitan el sombrero.

No hay duda de que el tercer tomo se lee mucho más ligero que el anterior. Lo más farragoso ya está explicado, y ahora sólo hay que dejarse llevar. Es momento para identificarse con Sophie y para empezar a dar forma y sentido a los personajes secundarios. Las ideas impactantes siguen adornando la narración, como ese conflicto simbólico entre la cruz y la media luna, rematado en el maravilloso juicio de Promethea, pero la importancia reside en el argumento principal y en cómo cerrarlo. Los personajes que habían tenido su espacio revelan ahora su verdadera importancia, sean el Muñeco Pintado o los Héroes científicos de Nueva York, integrados todos ellos en una arquitectura perfecta sólo al alcance del genio de Alan Moore. En este caso Williams III también hace un trabajo muy correcto, cambiando constantemente de estilo en, por ejemplo, las escenas de distorsión de la realidad, representada con ese tono realista, o en las intervenciones de Tom Strong, imitando las maneras de Chris Sprouse.

Y cuando todo parecía indicar que la fiesta había terminado, Alan Moore y J. H. Williams III nos regalan un número (el #32 USA) que ya es historia del cómic. Cada página es un lienzo con notas a modo de resumen de ese mundo mágico que nos han presentado. Y cada uno de esos lienzos componen uno mayor con el rostro de Promethea. Los comentarios de la propia Promethea (historia viviente) son apuntalados por textos de apoyo con referencias rigurosas de ciencia, historia o filología, que de alguna manera apoyan las reflexiones más abstractas de Alan Moore. Al principio todo era magia, después el ser humano compartimentó el saber en distintas disciplinas abarcables, la nueva era trae el holismo de la magia pura. Después de haber deconstruido la realidad, hay que recomponerla para entenderla como un todo. Alan Moore afirma ser un mago, y no digo que eso no suene tonto, pero no hay nada en su discurso de ridículo o de infantilón. La mirada cínica sobre las mismas ideas que él mismo desarrolla dotan de mayor credibilidad al todo. Y al todo es a lo que aspira.

promethea 32

En definitiva, Promethea es una verdadera obra maestra de nuestros tiempos, quizá no apta para todos los públicos, pero adictiva y transformadora para aquellos que conecten con las orillas de la Inmateria (que al fin y al cabo es de lo que va todo esto). Tan densa y llena de esquinas y recovecos que va a necesitar un podcast de esos de unas cuantas horas para analizarla. Y ese día no está muy lejos.

Para volver a ella una y otra vez.