Los misántropos son como filósofos de la negación y el delirio antisocial. Una fiesta perpetua con el ego como único invitado. No soportan a los demás aunque estos últimos saben ofrecerles siempre su afecto y comprensión.

Este libro cuenta escenas de la vida de uno de ellos e invita a contemplarlas como un gabinete de curiosidades psicológicas, un melodrama tirando a tragedia, un desguace de relaciones humanas accidentadas.

¿Soy el único que tuvo en sus años de primaria a una profesora hippy trasnochada que se empeñaba en que todos los niños de la clase cantaran a coro la horterada aquella de “Viva la gente”? Probablemente no. Como mínimo, mis casi cuarenta compañeros de clase de 2º -y probablemente una buena parte de los que niños que empezaron la EGB a finales de los 70- tuvieron que pasar por esa misma experiencia. Ahora bien, probablemente no haya demasiados entre los que han tenido que entonar ese sonrojante cántico siendo unos micos lo que hayan llegado a preguntarse “a ver, viva la gente, ¿por qué?”.  Eso sí, de entre los que hayan pensado algo parecido, probablemente una gran parte sean -seamos- misántropos. Y orgullosos de ello, quizás.

La misantropía es una disposición psicológica caracterizada por el rechazo a la humanidad en general. Una sensación de que el ser humano es más un estorbo que algo que merezca un “viva la gente”. Etimológicamente, misantropía proviene del griego  μῖσος (mīsos, “odio”) y ἄνθρωπος (ānthropos, “hombre”). No quiere decir que el misántropo sea incapaz socialmente -no necesariamente, vamos-, pero si puede evitar el contacto con otras personas, pues oye, que mejor.

En Misantropía Dura, el autor, Santiago Bará, nos presenta una colección de escenas de una persona de estas características. Aunque alguna de ellas pueda llegar a resultar un tanto cómica para el humano medio, la lectura de todas ellas deja un poso un tanto amargo, la comprensión de que estamos ante un ser que está obligado a vivir en una sociedad que no le aporta nada más que sinsabores, a interaccionar con personas a las que, en una amplísima mayoría de ocasiones, preferiría no tener ni que ver.

La reacción que esta obra provocará en el lector dependerá de la relación que tenga éste con el resto de la humanidad. Un filántropo (o un hippy como mi profesora de 2º de EGB) no entenderá nada de lo que aquí se cuenta, y verá en el protagonista de Misantropía Dura un personaje profundamente perturbado y un tanto desasosegante. Una persona estándar, de esas que tienen sus altos y sus bajos, se verá identificado aquí y allá en según que días, y puede ver en estas páginas un reflejo cómico de esos días un poco más oscuros que todo el mundo tiene. En cambio, un misántropo se sentirá identificado en una buena parte de lo aquí retratado, provocando una sonrisa irónica si el lector es capaz de mirarse a sí mismo con un poquito de la mala leche con la que mira al resto de la humanidad.

En general, esta obra de Santiago Bará, único cómic publicado por este autor y que data de 2017, es una lectura interesante. Siendo una colección de historias de pocas páginas -la mayoría de ellas, una sola-, es una lectura ágil, que será devorada de una sentada en poco tiempo. Por supuesto, aquél que tenga un puntillo misántropo (¿y quién no lo tiene?) conectará mejor con esta obra, pero prácticamente todo el mundo le sacará algo a estas páginas.