Cuando se habla de cómic underground, hay una serie de nombres que inevitablemente vendrán a la cabeza. Robert Crumb, sin duda, es el primero de ellos. También Peter Bagge, Daniel Clowes o Charles Burns, aunque sean más recientes en el tiempo. Harvey Pekar, por supuesto. Y también el autor que hoy nos ocupa, Gilbert Shelton, el padre de los peludos y fabulosos Freak Brothers.
Los Freak Brothers, la creación más popular de Shelton, surgen en 1968, siendo uno de los primeros cómics underground de la historia y uno de los títulos más populares de este género. Los tres personajes protagonistas, Phineas, Freewheelin’ Franklin y Fat Freddy, son tres freaks -un movimiento subcultural que surgió de las cenizas de los jipis antes de la llegada del punk- de San Francisco que, aunque no son hermanos, comparten piso y objetivos vitales: el amor libre, intentar vivir sin dar un palo al agua y, por encima de todo, consumir la mayor cantidad de drogas posibles sin que les pille la policía. Los Freak Brothers son, a la vez, una sátira de este modo de vida y una glorificación del mismo.
El tema es que los Freak Brothers cumplieron ya cincuenta años el año pasado, y lo que por entonces era algo radical y contracultural hoy en día resulta un tanto pureta. Vale que el sexo, la vagancia y las ganas de juerga son características comunes a prácticamente todas las generaciones de jóvenes de la historia, pero quizás estas historias son demasiado icónicas, demasiado características de una época pasada. Unos tipos de veintitantos años de hace medio siglo serían hoy en día mayores que mis padres. Serían las vivencias que la generación anterior a la mía habría tenido de no haber estado bajo la bota opresora de una dictadura militar. Y claro, en un país con una Ley sobre peligrosidad social, la idea de tres tipos zumbándose lo que se les pone a tiro, fumándose hasta las cáscaras de los plátanos y vagueando hasta no tener que comer era inconcebible en nuestro entorno.
Sería injusto decir que los Freak Brothers se han quedado desfasados. Sí, son la representación de la actualidad de una sociedad de mediados del siglo pasado, y cuanto más actual es una historia, más se le nota el paso del tiempo. Es necesario un ejercicio de contextualización para leerla sin quedarse permanentemente ojoplático. Es como, salvando las distancias, intentar ver aquí No desearás al vecino del quinto de Alfredo Landa. Que vale, que la dictadura y tal, pero ya entendéis la idea. Es un reflejo de una época muy diferente, y no sólo en el uso del lenguaje, que en 2011, año de la primera edición de este material, adaptaron muy inteligentemente Francisco Pérez Navarro y Narcis Fradera, dándole un aire retro que ubica inconfundiblemente en un pasado razonablemente lejano con expresiones como mandanga, pistonudo o bañarse en porretas. También se nota que esta obra es hija de otra época en los temas que trata y los asuntos sobre los que se atreve a bromear sin el más mínimo atisbo de vergüenza: en estas páginas encontraremos, además de los esperados chistes sobre drogas y sexuales, otros racistas o sobre violaciones que hacen inconcebible la idea de que una obra como esta pudiera ser escrita hoy.
La lectura de estos Freak Brothers es totalmente recomendable en un contexto histórico. Como reflejo de una época pasada, sí, pero sobre todo como una de las obras que sientan las bases del género underground americano. Como muestra de los orígenes de este estilo, la obra de Shelton merece estar al lado de las de Crumb en las estanterías de los lectores a los que les interese esta forma de hacer cómic, desvergonzada y feísta, pero también más libre y menos dirigida por líneas editoriales ultradefinidas.
