˝Llevaba más de 14 años sin subirme a un escenario. En aquel momento tenía 60 años y no era más que un crío con un sueño un poco loco”. Su voz grave y profunda es reconocible entre mil, pero ¿qué sabemos de Leonard Cohen? Compositor e intérprete de So long, Marianne, Suzanne o la inolvidable Hallelujah, su camino se cruzó con el de Janis Joplin, Lou Reed, Phil Spector y Jeff Buckley. Poeta enamorado presa de los excesos y de la búsqueda de un alma eterna, Cohen atraviesa el siglo XX como un pájaro… sobre un cable.

Descubrí a Leonard Cohen muy joven. Y cuando digo joven me refiero a que aún no había llegado a la adolescencia. O quizá fue ese descubrimiento lo que alertó de su llegada. Mi padre tenía un mueble tocadiscos en su despacho, en el extremo más alejado del piso donde vivíamos, y a él le pedía que me pusiera esos discos que me hipnotizaban: Graceland de Paul Simon, Teaser and the firecat de Cat Stevens, Nothing like the Sun de Sting o el que siempre me volvía loco: The Best of Leonard Cohen (la versión de 1975, por supuesto). Su voz hipnótica (antes de que se la destrozara el tabaco), sus arreglos minimalistas y esa cadencia rítmica, matemática que le caracterizaban hacían que me lo pusiera en bucle una y otra vez, para desesperación de mi padre, que vivía con el eterno miedo a que le rayara uno de sus preciosos vinilos. La figura de Leonard Cohen me acompañó, musicalmente, a lo largo de muchos años. Suyas fueron algunas de las primeras canciones que aprendí a tocar con la guitarra, y suyos fueron algunos de los primeros CDs que compré con mi propio dinero. Con el tiempo descubrí más cosas acerca de esa figura oscura y solitaria que, sin embargo, no sabía estar sin la compañía de una mujer. Este cómic, Leonard Cohen. On the wire, pretende ilustrarnos sobre la biografía del gran cantautor canadiense.

Resulta harto complicado resumir 80 años de vida en 120 páginas de cómic, y por ello su autor, el quebequés Philippe Girard, coge tan sólo algunos de los momentos claves de su vida, la mayoría de ellos orbitando alrededor de las mujeres de su vida: su musa y amor platónico Suzanne, Marianne Ihlen, la fotógrafa Dominique Isserman, la actriz Rebecca de Mornay, entre muchas otras… Alterna momentos de su vida personal con escenas de las grabaciones de sus álbunes, ilustrando brevemente su relación con los productores John Hammond y Phil Spector. También descubrimos a un Cohen más volcado en la faceta artística que en la gestión de su obra, lo que ocasionó que su arreglista Jeff Chase tuviera en su poder los derechos de la canción Suzanne durante 20 años, o que su amante y directora artística Kelley Lynch le dejara en la ruina. Cohen sólo conseguía mantenerse en pie durante muchos años a base de alcohol y pastillas, hasta que su ingreso en un monasterio budista (en el que fue ordenado monje en 1996) propició su desintoxicación. Vegetariano durante la última parte de su vida, sus letras se fueron ahondando en temas cada vez más oscuros y coquetearon menos con el desamor y más con el descontento social, como podemos bien leer en el cómic.

Centenares de versiones se han hecho de canciones de Leonard Cohen, incluso algunas de ellas son más conocidas por boca de otros intérpretes que por su grabación original. Por cierto, Zack Snyder, muy zafio lo de recurrir a la emoción fácil metiendo el Hallelujah en las bandas sonoras de Watchmen y Justice League… será que no hay más canciones, majo. Compagnon de la Ordre du Canada (la segunda mayor distinción civil de la nación), Grande officière de la Ordre national du Québec, miembro del Rock and Roll Hall of Fame (quién lo iba a decir), Premio Príncipe de Asturias de literatura y Premio Glenn Gould, entre muchas otras distinciones y reconocimientos, conforman el palmarés de un artista que, tras muchas biografías en prosa, cuenta por fin con un cómic dedicado a su vida y su obra.

Desafortunadamente, una vida tan dilatada en experiencias requiere de una biografía bastante más prolija. Girard menciona cómo conoció a muchas de las mujeres que pasaron por la vida de Cohen, cuyas relaciones conformaron tanto su personalidad como su producción musical, pero no se detiene en analizar las causas de sus rupturas y sus desencuentros. Asistimos a un desfile de pequeñas anécdotas que son sólo acontecimientos menores en su vida, como el origen de la foto de portada del disco I’m your man (una foto por sorpresa en un aparcamiento mientras se comía un plátano), las grabaciones de los videoclips de Dance mw to the end of love o We take Manhattan o su participación en la serie Corrupción en Miami, Los fans habríamos agradecido algo más de involucración en vez de limitarse a tomar instantáneas de momentos fragmentados e inconexos de su vida. Como biografía es superficial y anodina, y como cómic resulta bastante naïve, lo que no se explica de un autor como Girard, con unos 20 años de experiencia.

Leonard Cohen. On the wire es una pequeña decepción. A los conocedores de la vida del compositor canadiense, aunque sea superficialmente, no revelará nada que no supieran ya, e incluso lo novedoso está contado de la misma forma que todo lo demás, de un modo que salta de un momento al siguiente, sin profundizar. Son instantáneas que no cuentan una historia. Eso sí, es divertido jugar a reconocer frases de las letras de sus canciones en los diálogos del cómic. Os dejo con una playlist, tan incompleta como subjetiva, de canciones suyas para que escuchéis mientras lo leéis.

Like a bird on the wire
Like a drunk in a midnight choir
I have tried in my way to be free.