Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

La llamada del bosque de los suicidas

La llamada del bosque de los suicidas
Guion
Desireé Bressend.
Dibujo
Rubén Gil, Irene Roga, Eve Mae.
Tinta
Rubén Gil.
Color
Rubén Gil, Alexandra Thöne.
Formato
Rústica, 136 págs, color.
Precio
18€.
Editorial
Karras. 2019.
Edición original
Call of the Suicide Forest #1-5 (Amigo Comics).

Qué difícil tiene que ser hacer una secuela de una obra con tanto éxito de crítica y público como fue El bosque de los suicidas. Me refiero artísticamente, como es obvio. Comercialmente es un caramelo, porque es una obra que todavía resuena mucho entre el fandom y que además tiene una dupla de autores de primer nivel. Cuando vi este La llamada del bosque de los suicidas primero salió el fan y me emocioné, pero cuando vi que ninguno de los autores originales participaba y vi sus autores, ya se me levantaron las orejas cual perrete. Ahora la editorial de reciente creación Karras publica la miniserie íntegra y tengo que reconocer que la sensación de desconfianza desapareció con las primeras páginas.


Recuperamos a Ryoko, aquella guardia forestal que se encargaba de recuperar los cadáveres de aquellos que acuden a Aokigahara a suicidarse. Ryoko tenía un conflicto con su padre que se exploró en la primera serie y al que ahora volvemos puntualmente de nuevo. En esta ocasión se nos presenta también a Portia, una joven extranjera que intenta suicidarse en el famoso bosque, pero que no lo consigue. Comienza una relación entre ambas mujeres, en la que explorarán su pasado, su percepción del propio bosque y la búsqueda de su propia paz. No pueden ser más diferentes: Portia es una estudiante, entregada a la cultura popular: videojuegos, manga, muñecas Pullips y BJD… Contrasta por completo con la adusta Ryoko, que apenas ha tenido contacto con toda esa cultura popular con tanto peso en su país.

Ambos autores hacen un trabajo que ha conseguido sorprenderme: Desireé Bressend incorpora toda la cultura japonesa a la historia, y lo hace de una manera muy natural. Es muy fácil dejarse llevar y soltar tres palabras que vistan la historia para que «suene japonesa», pero no es el caso. Bressend demuestra una documentación exhaustiva y un conocimiento de las diversas religiones (budista, sintoista…) del folklore y mitología, y lo incorpora con mucho acierto a la obra. Vamos a leer muchos términos que nos resultan desconocidos: los yokai, esos monstruos-fantasmas japoneses; las shokushinbutsu, un proceso de momificación en vida durante la meditación; hitodanas, espíritus recién fallecidos; misogi y temizu, ritos de purificación… pero también vamos a ver vestimentas, gestos usados en el budismo esotérico (kuji-kiru) y todo de una manera que no se ve impostada en ningún momento. Dota a la historia de una riqueza inesperada, porque ayuda a meterte de lleno en esa cultura y a comprender un poco más lo que va sucediendo en la historia. Además, si te gusta la cultura japonesa, anima a investigar un poco más acerca de dichas materias.


Pero a Bressend ya la había leído en alguna que otra obra anteriormente (1937: La batalla de Guadalajara, El Ministerio del Tiempo), pero a Gil no lo conocía. Y tengo que reconocer que una primera hojeada al tomo me produjo un poco de rechazo, lo veía un dibujo muy cargado y con uso del color algo llamativo. Sin embargo, a medida que empiezo a leer, me doy cuenta de cómo crea ambiente ese dibujo, que da un aspecto como de verlo a través de un vidrio esmerilado, con tramas muy difuminadas y un exceso de masas de negros que producen cierto desasosiego en la lectura… un desasosiego que contribuye a generar atmósfera. Además, tiene un par de recursos que me han gustado bastante: una escena en la que Portia pierde el conocimiento y el fondo es el que va girando, una distribución de viñetas para mostrar dualidad en la que cada parte es un mundo, o esa página en un momento de gran confusión de una de las protagonistas en la que se ilustra cambiando el sentido de cada una de las viñetas, dando un aspecto caótico a la página.

El color es, probablemente, el aspecto que más me ha gustado del dibujo. La serie está apoyada básicamente en azules y rojos, con algún color sepia o algún blanco y negro para escenas muy concretas. A grandes rasgos, el azul es el color de Ryoko y el rojo el de Portia. En ocasiones, hay escenas en las que se mezclan ambos colores… y el poder simbólico del color refuerza aún más esas escenas.

Hay tres páginas dobles que muestran un manga que lee la protagonista. El primero está ilustrado por Irene Roga (La canción de Ariadna), mientras que el segundo(con dos escenas) es obra de Eve Mae (Hacker épico). Las portadas corren a cargo de Toni Fejzula y de Pasqual Ferry. El tomo se completa con un epílogo de El Torres y tres páginas con ilustraciones promocionales. Podéis escuchar más sobre Karras en esta charla que tuvimos con El Torres en nuestro podcast.


En definitiva, La llamada del bosque de los suicidas.

Una historia de terror psicológico, con autonomía propia pero ambientada en el mismo universo de El bosque de los suicidas. Se puede leer de manera independiente, aunque evidentemente se disfruta más habiendo leído la otra historia. Explora con mucho acierto las tradiciones y el folklore japonés, creando un viaje para las dos protagonistas que acabará cambiando a ambas. Un uso del dibujo y color que da más sentido aún al guión y contribuye a crear una atmósfera angustiosa y agobiante. Una muy digna secuela de una gran historia de terror, en la que lo más interesante es el desarrollo de sus protagonistas y cómo viven esa relación con el bosque de los suicidas.

Lo mejor: La atmósfera de la historia. Algunos recursos artísticos. El acertado uso de la documentación sin que se note impostado. El toque personal que han sabido aportar los autores.

Lo peor: Que te dejes llevar por una mala impresión inicial y no le des la oportunidad.