Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

La Carta 44

-¿Qué es ese paquete que hay en el maletero que tiene sobre su cabeza?
-Ah, eso es un McGuffin.
-¿Qué es un McGuffin?
-Un McGuffin es un aparato para cazar leones en Escocia.
-Pero si en Escocia no hay leones…
-Entonces eso de ahí no es un McGuffin.

                                                                                       -Alfred Hitchcock.

Un McGuffin es, básicamente, un desencadenante de trama que no tiene la más mínima importancia en la historia que nos cuentan. La fórmula de 39 Escalones, el maletín de Pulp Fiction o tantas otras son claros ejemplos de esta técnica narrativa. Una excusa argumental, vamos.

¿Y esto, qué tiene que ver con el tebeo del que hablamos hoy? Tranquilo, ya llegaremos ahí.

Hay dos usos principales de la ciencia ficción. El primero y más habitual es el uso literal del género. El autor quiere contar una historia de naves espaciales, de alienígenas y de peleas con blasters. Aquí tendríamos, por ejemplo, las sagas de Star Wars y Star Trek. El segundo es usar la ciencia ficción como ambientación para una reflexión sobre la sociedad actual. Imprescindible citar aquí el magnífico Transmetropolitan de Warren Ellis, o incluso la reciente Tomorrowland (a.k.a. Ayn Rand for kids) protagonizada por George Clooney.

¡Oiga! ¿No nos iba a hablar de un tebeo? ¿La Carta 44, o algo así? Que sí, que ya llego…

Como ya dijimos hace unos meses, Charles Soule es el nuevo niño bonito del cómic americano. Sí, cierto, no llega (aún) al nivel de Grant Morrison y similares… pero es que su carrera en el mundo del cómic comenzó hace seis años. Para hacernos una idea, seis años después de publicar su primer trabajo profesional, Grant Morrison estaba haciendo historias cortas en revistas inglesas en blanco y negro. No firmó su primer trabajo con una de las grandes hasta pasados ocho años. Animal Man llegó en su décimo año. Y su obra cumbre, Los Invisibles, llegó dieciocho años después de esa primera historia en Near Myths. Así que Charles Soule todavía tiene tiempo para llegar a ser muy grande.

Y poco después de empezar a trabajar para DC, empezó una serie regular en Oni Press.

carta 44

Ha habido elecciones en Estados Unidos y un nuevo Presidente ocupa la Casa Blanca. Y en su primer día, se encuentra un sobre con un escueto 44 en él. Stephen Blades, Presidente nº 44, lo abre y encuentra una carta dirigida a él de su antecesor. En ella, le transmite una información secreta. La NASA ha descubierto que hay vida extraterrestre. Esa vida extraterrestre es inteligente. Y tiene capacidades tecnológicas. Y están construyendo una estructura en el cinturón de asteroides. Y la NASA ha enviado una misión tripulada vara ver qué demonios hay ahí.

A partir de aquí tenemos dos historias paralelas.

Por un lado, seguimos las andanzas de los astronautas preparándose para investigar qué es esa estructura, y quizás para un hipotético Primer Contacto en una misión que puede no tener retorno. Aún no saben si los constructores son hostiles o amistosos, si vienen simplemente en una misión de recogida de recursos… o siquiera si hay alienígenas o sólo hay trabajadores mecánicos en la construcción.

La otra historia es la verdaderamente interesante. El Presidente 44 se enfrenta al secreto que le deja 43 y por el cuál ha tomado según qué decisiones en sus ocho años como Presidente, como su excesiva presencia militar en el extranjero (dejemos caer, por cierto, que en el mundo real POTUS 43 fue George W. Bush y que 44 es Barack Obama). Y a partir de aquí, tiene que tomar acciones. Pero como dice la tercera ley de Newton, toda acción tiene una reacción… y con este planteamiento se crea un thriller político apasionante.

Y así, la carta del título (que aparece en un par de ocasiones en todo el tomo) desencadena el McGuffin de la misión espacial, mera excusa para una interesantísima obra de política ficción que trae recuerdos del Ex Machina de Brian Vaughan y Tony Harris y es la trama realmente interesante. ¿Algún pero? Si acaso podríamos decir que se le da demasiada extensión a la misión espacial. Opinión personal e intransferible, por supuesto.

El dibujo del madrileño Alberto Jiménez Alburquerque cumple a la perfección. No es un dibujante espectacular, pero cumple. Sin demasiados alardes técnicos y un trazo que en algunos momentos me recuerda a Jeff Lemire, no eclipsa el guión, que es el auténtico protagonista de la historia, pero consigue que la lectura sea cómoda y fluída.

Si quieres leer el primer número (publicado por Norma Editorial el día del cómic gratis), puedes hacerlo aquí. Y más información de este primer tomo, en este otro enlace.