2004 es uno de los años de apogeo de esa Marvel revolucionaria de Joe Quesada y Bill Jemas. Con el cambio de siglo estaban decididos a cambiar las reglas de todo, rompiendo lo que hiciera falta. Esto tuvo especial hincapié en la franquicia Vengadora, que llevaba demasiado tiempo siendo el hermano pobre de una Marvel dominada por los mutantes, que incluso ya tenían su propia saga de películas. Dos años antes, Mark Millar y Bryan Hitch habían marcado con The Ultimates el camino de una nueva forma de hacer tebeos Marvel basada en los presupuestos que el mismo Hitch había puesto encima de la mesa en The Authority con el que fue probablemente el iniciador de todas esta corriente: Warren Ellis.
Si ponemos en perspectiva 2004, queda total evidencia de que después de la renovación de Spiderman con J.M. Straczynski y los X-Men con Grant Morrison era la hora de remover los cimientos de Los Vengadores. Ese año llegó Brian Bendis con Desunidos, cerraron (todo lo definitivamente que se puede hacer en Marvel) la serie de Thor, Ed Brubaker y Steve Epting se harían con las riendas del Capi y para Iron Man tenían reservado a Warren Ellis, aquel guionista que había creado la tendencia que imperaría en toda la primera década del siglo. Los dibujos los pondría un bosnio llamado Adi Granov, que procedía del concept art y apenas tenía experiencia en cómics, más allá de las portadas.
Juntos crearían Iron Man: Extremis, la que probablemente es la aventura más relevante del vengador dorado en los últimos 20 años. Sin embargo, ésta es sólo una de las dos historias que recopila este Marvel Integral. Iron Man: Extremis de Panini. La segunda parte la ocupa la etapa sucesora con Daniel Knauf (creador de la serie de HBO Carnival), su hijo Daniel y Patrick Zircher. Este nuevo equipo recogería el relevo temático que Ellis había plantado en Extremis, aunque espiritualmente irían por otro camino mucho más enfocado en preparar el terreno ante la inminente Civil War en la que termina este integral.
Aún quedaban cuatro años para estrenar la película de Iron Man, pero en Extremis ya tenemos muchas de las ideas sin las que tal vez no existiría el UCM o al menos no tal y como lo conocemos. El argumento es sencillo: un terrorista ha sido inoculado con un virus revolucionario que lo dota de enormes poderes, pero que a su vez está vinculado con el pasado de Tony Stark. Warren Ellis replantea el personaje a todos los niveles que le es posible sentando un Iron Man para el nuevo siglo. Aprovechando la tendencia de relajación con respecto a la continuidad que había llegado a Marvel en aquellos tiempos, reescribe su origen y lo traslada de la guerra de Vietnam a Oriente Medio 30 años tarde. En lo que le atañe a su esencia de ciencia ficción más pura, introducen la ingeniería biológica en el arsenal del vengador dorado, con virus programables, drogas tecnológicas y otro millón de ideas locas de la factoría Ellis. Introducimos también esa irreverencia de oneliner que todos los personajes de Warren Ellis parecen compartir y que definirá lo que Robert Downey Jr. nos terminaría dando en pantalla. Y por si fuera poco, el debate del comerciante de armas/héroe se lleva a un nivel que sólo en este contexto de héroes políticamente activos de los primeros dosmiles podría haber llegado.
Estábamos sembrando un tipo de historia diferente y hacía falta un modo distinto de presentarlo. Tal vez Adi Granov hoy día nos pueda resultar un tanto estático, escaso en caracterización y narrativamente limitado, pero tengamos en cuenta que los dosmiles venían también con una serie de innovaciones recién llegadas que permitían por fin un cierto fotorrealismo digital y la gente se volvía loca con autores como Greg Horn o Clayton Crain. Puede que el paso de los años no haya sentado del todo bien al trabajo de Adi Granov, pero en 2004 fue justo lo que necesitaba Iron Man: Extremis: un nuevo modo de mostrar un nuevo tipo de historias. Lo que no ha envejecido ni un solo día son sus diseños. Granov procedía del concept art y en eso es un genio que también marcaría el modo en que veríamos a Iron Man en el cine.
El problema viene cuando, pasados 6 números, Granov no puede seguir un ritmo mensual tras el primer arco y Warren Ellis vuelve a hacer honor a su fama de culo inquieto, que rara vez se queda más de 6 números en una historia Marvel. Es entonces cuando en la Casa de las Ideas deciden recurrir a Daniel y Charles Knauf siguiendo la moda de traer guionistas de otros medios que tan buenos resultados habían dado con J. M. Straczynski, Kevin Smith o Brad Meltzer. Este dúo padre-hijo nos planeta un misterio que siembra la sospecha sobre Tony Stark. Varias personas están siendo asesinadas y todo parece apuntar a Iron Man como el autor de los crímenes. Ejecutar programa es el nombre de la saga que recoge el testigo de Extremis en un tono mucho menos revolucionario y estrechamente encaminado a poner las semillas de la Civil War que ya se estaba gestando. Desde las primeras páginas nos encontramos en una historia mucho más convencional con peleas superheroicas, personajes invitados y sobre todo una estética mucho más cercana a lo que estábamos habituados con un Patrick Zircher que aún estaba lejos del que hemos podido ver en los últimos años.
Ejecutar programa no deja de ser una historia de transición entre dos hitos, Extremis y Civil War, que aunque está resuelta dignamente, se antoja francamente olvidable entre las dos.
Nos queda así un tomo que funciona como testigo de lo que fue Iron Man con el cambio de siglo, pero que mezcla dos historias (tres contando los tie ins de Civil War) que poco o nada tienen que ver entre sí y dejando palidecer una segunda mitad perfectamente correcta al unirlo con todo un acontecimiento como fue Iron man: Extremis.
