Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

Fatale

Ed Brubaker es uno de esos autores que suelo comprar casi a ciegas. Sí, es cierto, a veces pincha (su Daredevil, por ejemplo, no me parece especialmente inspirado), pero en general es un tipo que mantiene un nivel muy alto. Nadie domina como él el género noir en el cómic mainstream americano. De hecho, casi toda su producción, independientemente de la colección y la editorial en la que se publiquen, se podría englobar en género detectivesco o en historias de espionaje.

El primer trabajo que leí de Bru fue La Escena Del Crimen, publicado originalmente en Vertigo, que marcaría su primera colaboración con Sean Phillips. Siguió tocando el género negro en sus etapas en Catwoman, en Gotham Central, Criminal, Incognito… incluso en una colección de Wildstorm, Sleeper. Así que cuando en 2012 se anunció una serie limitada de 12 números de Ed Brubaker y Sean Phillips juntos de nuevo, y con el sugerente título de Fatale… sabía que era algo que tenía que tener sí o sí.

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Lo que originalmente iban a ser doce números ha acabado duplicando su extensión prevista, y acaba de ser publicado en castellano el quinto y último tomo, en un impoluto blanco contrastando con el desesperante tono negro de la historia. Después de leer el tercer tomo, sabiendo que finalizaría en el quinto, compré el cuarto y fue directo a la estantería. Sin leerlo. Quería volver a leer la serie, devorarla de una sentada, como se merece, una vez estuviera completa. Y eso acabo de hacer.

Fatale es una serie… desconcertante. Con ese título, ambientada en los años 50 (inicialmente) y con la imagen de una arquetípica mujer fatal, se esperaba uno la típica historia sucia, de perdedores, criminales y rateros de medio pelo… y sí pero no. Le pega una vuelta de tuerca al género y mete un componente de terror sobrenatural lovecraftiano que, sorprendentemente, forma una combinación impecable. La sensación de perdición, de corrupción y de inevitabilidad del desastre que acompaña a toda buena historia de género negro crea una perfecta sinergia con la inminente condenación que traen los horrores preternaturales tentaculares salidos de los delirios del escritor de Providence.

El eje central de Fatale es Josephine, una irresistible femme fatale que arrastra al desastre a todo hombre que tiene la desgracia (o la suerte) de cruzarse en su camino. Pero Jo tiene una peculiaridad: no envejece. Vemos a Jo en los años 30, en los 50, en los 70, en los 90, en la actualidad… y en todo momento tiene la misma imagen. Y en todo momento siendo perseguida por una horda de cultistas que quieren realizar algún tipo de oscuro ritual con ella. ¿Es, acaso, Jo la misma Mathilda del S. XII en Francia que vimos en el tercer tomo, o la misma Bonnie del Salvaje Oeste en el S.XIX? Quién sabe. Puede que sí, puede que Jo sea inmortal… o puede que el Culto persiguiendo a la mujer fatal sea una historia cíclica que lleva toda la historia ocurriendo una y otra vez, como una enfermiza rueda kármica llena de hedor y podredumbre. Fatale no es una historia amable. No hay buenos y malos, no hay motivaciones justas. Hay vencedores y perdedores, depredadores y víctimas. Los personajes, todos ellos, tienen unos objetivos que cumplir (a veces, la simple supervivencia) o son peones en el juego de otros.

Y llegado el final del camino, ¿conocemos al final los secretos de Jo? ¿Sabemos qué es lo que pretende el siniestro culto del que lleva décadas, si no siglos, huyendo y protegiéndose con símbolos arcanos? Se responden muchas de esas preguntas, pero no todas. Y eso le da encanto además. Nos pone en un equilibrio entre conocer la historia y ponernos en el lugar de los hombres que han sido arrastrados a la espiral de (auto) destrucción que supone tener a Jo en tu vida sin saber qué estaba pasando en cada momento. A estas alturas, no creo que nadie pretenda comprender los planes de los dioses primigenios ni las estrategias de sus adoradores, ¿no?