Es la hora de las tortas!!!

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El Rock y Yo

El Rock y Yo podría ser el título de mi autobiografía, si pensara que a alguien pudiera interesarle mi vida y un día me decidiera a escribirla porque me importaran lo más mínimo los intereses de los posibles lectores que pudiera tener. La pasión que despierta en mí este género (o conjunto de géneros, más bien) que lleva acompañándome más de treinta años sólo puede ser comprendida por otros personajes eminentemente auditivos y obsesos musicales, y hace que los que no comparten esta adicción sonora conmigo me miren, muy a menudo, como un bicho raro.

Pero no. El Rock y Yo no es mi autobiografía. En cierto modo, lo es de una etapa en la vida de otro tarado, también obsesionado con la música, de nombre Joe Sacco.

el rock y yo

Joe Sacco no es precisamente un desconocido en el mundo del cómic, aunque el humor y la música no son sus entornos habituales. El autor maltés es conocido por sus obras periodísticas sobre zonas de guerra, como Gorazde: Zona Segura, Palestina o Historias de Bosnia, pero en este tomo nos encontramos con un registro muy diferente al habitual.

El Rock y Yo está dividido en dos partes bien diferenciadas. En la primera, Sacco nos cuenta una temporada en la que acompañó, como cronista y encargado del puesto de venta de camisetas, al grupo punk The Miracle Workers durante una gira por Europa. En esta parte, deudora de la épica This Is Spinal Tap (¿cómo? ¿que no conoces a Spinal Tap? Pues ya te estás buscando la película y rezándome diez Tonight I’m Gonna Rock You Tonight), es un divertido retrato de las miserias de las estrellas y de la admiración/envidia con la que el humano de a pie de calle mira a lo alto del pedestal en el que están esos tipos que son capaces de encadenar tres acordes seguidos con un mínimo de sentido del ritmo. ¿Que te parece exagerado lo que aquí se retrata? Bueno. Sólo te digo que cuando Ozzy Osbourne vio This Is Spinal Tap pensó que era un documental sobre una banda real. The Edge de U2 dijo haber llorado viendo esa misma película por lo cercana que era a la realidad. Sabiendo eso, quizás las vivencias de The Miracle Workers aquí retratadas no sean tan irreales. Ni tan exageradas. Siempre que pienses que tal o cual estrella del rock se ha pasado, recuerda que hay una escena con Led Zeppelin y un pez.

La segunda mitad del libro recopila historias de temática musical también, pero de menor extensión (entre una y seis páginas) y sobre temas más variados, como los videoclips, el por qué de los pelos largos, la madurez de estrellas adolescentes, el sexo con músicos, los conciertos con escenarios demasiado espectaculares… Una de ellas es una vivencia que prácticamente todo fan de alguna superbanda ha vivido. En el caso de Sacco son los Rolling Stones. En mi caso, varias de las escenas aquí retratadas me han ocurrido con Bon Jovi. Desde la sensación de rebaño en un macroconcierto hasta las burlas de conocidos por escuchar a ese grupo o intentar autoconvencerte de que tal disco de tu banda fetiche no está tan mal cuando realmente es una ponzoña infumable. A Sacco le pasó con Dirty Work. A mí, con Have A Nice Day. Eh, es sólo rock and roll, pero no quiere decir que no te pueda hacer sufrir un poco de vez en cuando.

Terminamos con una mirada a R.L. Burnside, al que descubrí cuatro años antes de su muerte en 2005, y otros bluesmen del sello Fat Possum. Si no te va el blues, no pierdas el tiempo. Pero si nunca le has prestado demasiada atención al género, quizás deberías echarle un ojo a esta historia y una oreja a algún disco de Burnside sonando de fondo.

En resumen, una obra muy recomendable para rockeros de todo tipo, lectores de cómic o no. Y, por supuesto, para completistas de Joe Sacco.

¿Algún pero? Uno. Muy gordo. Un traductor que se ha pasado de graciosillo. En una tira fechada en 1991, nos encontramos una referencia a Bustamante. Pero 1991 eran tiempos más felices en los que Satán aún no había derramado OT sobre la faz de la Tierra, así que, evidentemente, era una adaptación. Supuse que en el original se hablaría de algún cantante de pop baboso americano de principios de los 90, ya olvidado o directamente desconocido en nuestro país. Me puse a buscar esa viñeta, y…

rock j

Así que el graciosillo de turno ha traducido “Bob Dylan” por “Bustamante”. Mírale, qué majo. Lo raro es que la respuesta del músico no la haya traducido por “Condemor gromenauer” o algo por el estilo. Queridos traductores (vosotros sabéis quienes sois), os deseo que vuestra eternidad en el infierno tenga de hilo musical Mami qué será lo que quiere el negro de Georgie Dann en un loop contínuo.