En un futuro en el que las crecientes desigualdades sociales han visto despegar una floreciente industria de secuestros, los grandes ricos empiezan a sentir peligrar sus vidas. Las compañías de seguridad privadas viven un momento histórico de auge y Damocles, la más reconocida, tiene por objetivo proteger a las mayores fortunas del planeta. Ely Braxton, guardaespaldas profesional, se verá involucrada en un cóctel de acción, lujo y espectáculo en un mundo en el que todo se compra mientras pueda pagarse su precio.
El oficio de guardaespaldas no se ha prodigado demasiado en el noveno arte. Tirando sólo de memoria, me viene a la cabeza la historia de Mortadelo y Filemón Los Guardaespadas, de 1977, o por supuesto las historias de Miyamoto Usagi, desde las páginas de Usagi Yojimbo (literalmente, conejo guardaespaldas, en japonés), profusamente reseñadas en esta web. El guionista Greg Rucka también ha trabajado el género pero en el ámbito literario, en su saga de novelas protagonizadas por el guardaespaldas Atticus Kodiak (de las cuales sólo he leído la primera, El guardián, y me dejó algo frío). Y claro, guardo especial cariño a la película El Guardaespaldas (1992), porque supuso una de mis primeras experiencias cinematográficas en la fila de los mancos (y por su grandiosa banda sonora, que todo hay que decirlo). De manera que un volumen integral de bande désinée dedicado a las aventuras de un equipo de una agencia de seguridad privada tenía todas las de ganar para pasar por mis manos. Damocles es un thriller de acción y suspense, con ligeras dosis de erotismo (justificado) sobre las vidas profesionales y personales de un equipo de guardaespaldas de élite. La obra trata tanto de las motivaciones de sus protagonistas como de la ética de las acciones de las personas a las que protegen: gente adinerada que obtiene su fortuna de formas que algunos no aprobarían, pero siempre dentro de la legalidad. Y, al igual que por mor de su juramento hipocrático, un médico no cuestiona las acciones de un paciente a la hora de salvarle la vida, tampoco en la agencia Damocles juzgan la moral de sus clientes cuando se trata de protegerles.
Publicado en Francia de 2008 a 2011 en cuatro álbumes de 48 páginas, Damocles está protagonizado por los agentes de seguridad Ely Braxton, Sean Evans, Walter Moore y el recién llegado Radji Namurti, cada uno de ellos con sus particularidades personales. Ely trata de superar el duelo por la muerte de su padre, un expolicía asesinado al intentar evitar un secuestro, mostrándose fría y distante en el trabajo, aunque eso le suponga unas importantes carencias afectivas. Sean, por su parte, está infelizmente casado y con dos hijos, aunque no puede ocultar los sentimientos que experimenta hacia Ely. Walter es una roca: profesional, eficiente y sin ataduras. Y Radji ha buscado este trabajo para poder mantener a su madre y sus hermanas, y no se involucra demasiado profesionalmente, por lo que sus nuevos compañeros no terminan de aceptarle. Pese a la diversidad de personalidades y estilos, el equipo de Ely Braxton funciona como un reloj en una Londres del futuro cercano, donde las crecientes desigualdades económicas han hecho florecer los secuestros exprés, lo que ha hecho que las agencias de seguridad privada encuentren un enorme nicho de mercado entre los acaudalados hombres y mujeres de negocios que temen por su vida (y sus bolsillos).
Este volumen integral contiene dos historias completas, cada una de las cuales ocupa dos álbumes. En la primera, el equipo de Ely, Sean, Walt y Radji deberán proteger al díscolo hijo de un magnate empresarial, al que una organización llamada El ejército de Sherwood está extorsionando para que cambie las políticas medioambientales y sociales de sus empresas. En la segunda historia, se harán cargo de la protección de una empresaria con un negocio de fecundación artificial, que ofrece inseminación in vitro para matrimonios de millonarios, lo que no es visto con buenos ojos por algunas facciones de la Iglesia Católica. Damocles plantea, de esta manera, ciertas cuestiones éticas que nuestros protagonistas no pueden pasar por alto. Sin tomar partido ni a favor ni en contra, el guionista pone sobre la mesa este debate sobre la moralidad de los actos de estas personas y empresas, e incluso sobre la propia existencia de empresas de seguridad privadas, marcando como su origen las crecientes desigualdades socioeconómicas, cada vez más marcadas en Europa. Lo que ahora se ve como normal en determinados países de América Latina, donde los estratos más pobres viven a un tiro de piedra de las mansiones de los multimillonarios (he llegado a conocer personalmente a gente de mucha pasta que huyó de Colombia por las amenazas de secuestro), se está abriendo camino ahora en las grandes capitales europeas, por lo que a Ely Braxton y compañía no les va a faltar trabajo. Por suerte, cuentan con la ayuda del blitz, una droga de diseño (creada precisamente por los laboratorios del magnate de la primera historia, y testada en humanos del tercer mundo) que les hace más fuertes, rápidos y resistentes. El blitz también tendrá un importante papel en la vida de uno de los protagonistas, lo que nos muestra hasta qué punto nuestra vida puede llegar a depender de algo que, teóricamente, sólo debería facilitarla.
Joël Callède y Alain Henriet (Diente de Oso), junto con la colorista Usagi, forman el equipo creativo responsable de Damocles (NORMA Editorial). Además de los cuatro álbumes que componen la colección íntegra, este volumen contiene 20 páginas de bocetos y estudios de personajes, amén de declaraciones de los autores acerca de la concepción de la obra, sus intenciones y algunos de los aspectos morales y éticos que querían plantear con ella. Damocles no es sólo un thriller de acción preciosamente estructurado y narrado. Es también un estudio de la ética y la hipocresía de la sociedad, de cómo nos precipitamos al juzgar a algunas personas y acciones, y de cómo los avances de la sociedad dan lugar a nuevas formas de negocio, de diversión y de relaciones humanas. Un thriller de nuestro tiempo, pero que se adelanta un par de décadas al futuro. Esperemos que el tiempo no le dé del todo la razón.
