Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

Authority, de Warren Ellis y Bryan Hitch

En mayo de 1999Image publica una nueva colección bajo el sello editorial Wildstorm que va a romper todos los esquemas del cómic de superhéroes. A los mandos, Warren Ellis y Bryan Hitch.  El estilo descompresivo, la narración cinemática, los macarras malhablados en mallas, las amenazas globales de destrucción masiva y, en definitiva, el desarrollo de la idea del héroe que “toma partido”, influenciará al género superheróico durante todo lo que llevamos del por aquel entonces en ciernes siglo XXI (y lo que queda). Con la nueva era vino un nuevo estilo. El experimento se llamó The Authority, y el mundo no volvería a ser igual.

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Guion: Warren Ellis.
Dibujo: Bryan Hitch.
Editorial: ECC Ediciones.
Formato: Cartoné. 320 páginas. A color.
Contiene: The Authority núms. 1 a 12 USA.
Precio: 30,00 €


El siempre sobresaliente guionista Warren Ellis (al menos eso es lo que pensamos todos por aquí, bueno, o casi todos… en fin, que lo pensamos muchos) aprovecha algunos de los personajes que ya había manejado en su exitosa andadura en Stormwatch (también de Wildstorm) para confeccionar una serie que nace casi a modo de spin-off de la anterior. Aunque, como decimos, derivada de otra serie del universo compartido Wildstorm, Authority se puede leer de forma independiente sin miedo a perderse. De hecho los personajes tienen una nueva presentación, o directamente se la saltan porque no la necesitan. Jenny Sparks, una de los bebés del siglo, lenguaraz y ruda como todos ellos, lidera un grupo formado por otros héroes también conocidos del sello editorial como son Jack Hawksmoor, Swift, Apollo y Midnighter. Además, Ellis añade a la tropa un par de nuevas creaciones: The Engineer y el Doctor. El grupo establece su base en El Transporte, una nave transdimensional que surca la Sangría sin aparente rumbo y sin fin a la vista. The Authority se constituye como supergrupo de contención de amenazas globales de dimensión planetaria, interdimensional, cósmica o incluso divina. Lo que haga falta. Y todo ello a sólo un paso del lugar en el que se esté liando parda con tan sólo decir “puerta” .

Una de las señas de identidad de The Authority es sin duda la tendencia del equipo a tomar partido en las cosas de los terrestres. Authority se va a meter en política y en lo que sea necesario para salvaguardar (y por ende decidir) el destino del mundo. Este concepto, que no es nuevo, se deja apuntado en la etapa que tenemos entre manos, la de Warren Ellis, sobre todo con la ya famosa frase de Jenny Sparks: “portaos bien”; pero se desarrollaría en mayor profundidad en la también laureada etapa Millar-Quitely. No obstante, la exploración de esa idea del superhombre que no se queda con las manos cruzadas esperando a que aparezca el siguiente villano disfrazado, que interviene en los problemas reales del planeta Tierra con mejores o peores intenciones (el hambre, el cambio climático, los genocidios…) ya la veíamos, por ejemplo, en el añejo Miracleman de Alan Moore. Incluso Warren Ellis, años más tarde, en el 2009, incide en el concepto en su obra Supergod.

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Otra de las señas de identidad del tebeo, sobre todo de estos primeros 12 números que recopila ECC Ediciones en el tomo del que estamos hablando, es la querencia por las escenas de catástrofes y de destrucción masiva. Los retos a los que se enfrenta Authority son enormes. De dimensión cada vez mayor. Más grandes que la vida. La influencia del cine catastrofista y grandilocuente, a lo Michael Bay o Roland Emmerich, es muy evidente en los dibujos de Bryan Hitch. El nivel alcanzado por el dibujante británico en estas escenas de destrucción es ya legendario. Aquí vamos a disfrutar de un Hitch completamente desatado. En su salsa. Parece, incluso, que Warren Ellis, sabedor del talento al que tenía que dar forma, escribe la serie a su medida. Las viñetas enmarcadas en negro y en widescreen, con ese ritmo dinámico pero bastante descompresivo en el que se da mayor protagonismo al desarrollo de la acción que al argumento de fondo, han marcado una época que aún no ha terminado.

En cualquier caso, los referentes visuales (Bay o Emmerich) afortunadamente no influyen en absolutamente nada más. Warren Ellis vuelve a esos planteamientos rescatados de las historias pulp y de los seriales de cómic y de radio de principios de siglo XX, para darles una vuelta o las que hagan falta; Como en Planetary pero menos, y esta vez resolviendo los problemas de forma un poco menos sofisticada: a hostia limpia. Por los tres arcos argumentales que contiene este volumen vamos a ver pasar una buena muestra de esto mismo. En las primeras páginas tenemos un remedo modernizado de Fu-Manchú, que quiere marcar el planeta con el logo de su corporación valiéndose de un numerosísimo ejército de clones asiáticos con los poderes de Superman. Todos clavaos entre sí, oye… ¡Nos comen los chinos…! En el segundo arco tenemos una invasión interdimensional con toques de steampunk. Y en el episodio final, Authority se enfrenta al enemigo cósmico definitivo, que hace su entrada por la puerta grande en una escena muy en la línea de los mitos de Lovecraft o de la Invasión de los Ultracuerpos.

Como siempre los personajes de Ellis son bastante arquetípicos y planos, pero al mismo tiempo efectivos y molones a más no poder. La banda de Jenny Sparks no tiene complejos a la hora de utilizar la fuerza; son macarras, rudos y faltones como ellos solos. Puro siglo veintiuno, pura diversión. En la historia está muy presente ese cambio de siglo, y, como es costumbre en las aventuras del escritor británico, la colección está plagada de ideas extremas, a veces algo extravagantes y locas, de ciencia ficción. Ellis se molesta en dar una vuelta (o las que hagan falta, otra vez) a conceptos científicos reales de última generación; como por ejemplo esa Sangría de la que hablábamos, que recuerda al espacio supradimensional entre branas al que los físicos defensores de la teoría M llaman el Bulk.

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Los mismos poderes de los personajes y su utilización en estos números son rompedores e imaginativos. Jack Hawksmoor se presenta como el Dios de las Ciudades, aquí entes de naturaleza única y con su propia alma, y posee la capacidad de interactuar con ellas de maneras inimaginables. O el Doctor, el último de una estirpe de chamanes protectores del planeta (un rollo generacional, a lo Doctor Who), y que posee la sabiduría de todos ellos, además de una adicción a la heroína. Incluso los dos héroes de hechuras más tradicionales, Apollo y Midnighter, trasunto violento y homosexual de Superman y Batman, actúan de manera novedosa y desarrollan sus poderes de formas que nunca habíamos visto. Respecto al tema de su relación, la primera (o de las primeras) entre dos héroes del mismo sexo, no esperéis aquí desarrollos dramáticos y tragedias griegas derivados del asunto. Apollo y Midnighter son pareja y a nadie le importa, salvo a ellos mismos. Son pareja y punto.

Esta fuerza de la que estamos hablando, la magnitud de las aventuras y las ideas fresquísimas de fantasía y ciencia-ficción, revitalizaron el género de los superhéroes para el nuevo milenio. Yo mismo no leía tebeos pijameros por aquella época, escaldado tras los duros noventa (Nicieza, te veré en el Infierno) y refugiado en la línea Vertigo y en los cómics de Dark Horse. En la propia Marvel, a la luz de Authority se iba a gestar la revolución Quesada, con series como New X-Men de Grant Morrison, o Fuerza X de Peter Milligan; importando incluso el concepto a sus propios personajes en la recién nacida línea Ultimate, pues The Ultimates, con Mark Millar (el sucesor de Ellis en la serie, como decíamos) y el propio Bryan Hitch, no es más que la versión marvelizada de los propios tebeos de The Authority de los que estamos hablando.

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En definitiva, The Authority es una obra absolutamente imprescindible para los amantes del género superheróico. Influyente como pocas, y necesaria si queremos entender mucho de lo que ha ocurrido después en el cómic mainstream americano. Al menos si hablamos de la etapa que nos ocupa, la de Warren Ellis, y con la que seguro vendrá de Mark Millar. El resto es harina de otro costal.