Hace ya casi treinta años, en el lejano 1992 de Cobi, Curro, Batman Vuelve y Sailor Moon, Marvel decidió que había demasiada confusión con los futuros de la editorial: lo visto en Días del Futuro Pasado no parecía muy coherente con el futuro del que decía venir Bishop, y ninguno de estos dos tenía mucho que ver con el futuro de los Guardianes de la Galaxia. Así que para acabar con ese problema, se creó toda una serie de colecciones ambientadas en un futuro más o menos próximo y fueron presentadas como el futuro oficial de la editorial: Marvel 2099 había nacido. En esta línea hubo series absolutamente brillantes, como el nunca suficientemente alabado Spiderman 2099 de Peter David y Rick Leonardi, otras que tuvieron momentos bastante interesantes, como Doom 2099, y algunas perfectamente olvidables, como Punisher 2099 o X-Men 2099. Con el tiempo, la línea entera implosionó por la tradicional falta de ventas y 2099 pasó a ser uno más de los futuros posibles. Por si había pocos, vamos.
El caso es que aunque el público no acompañara, en la línea 2099 había buenas ideas y buenas series. Así que periódicamente se vuelve a visitar esta ambientación, en series y eventos como Capitán Marvel, Exiliados, Secret Wars, e incluso se le dio una nueva oportunidad con una serie centrada en Miguel O’Hara, el Spiderman futuro, que acabó cerrando de nuevo por falta de ventas hace un par de años. Y ahora, el nuevo showrunner de la franquicia arácnida, Nick Spencer, ha hecho su primera visita oficial al mundo de Alchemax.
¿Y qué tenemos en este arco argumental…? Pues, sorprendentemente, una historia ambientada fundamentalmente en el presente. Si bien es cierto que el 2099 hace apariciones periódicas, la parte principal de estos cinco números tiene que ver con un intento de magnicidio contra el Doctor Muerte relacionado con una tensión en la frontera entre Latveria y Symkaria, con injerencias externas, con la vuelta de Marta Plateada, con Peter y su hermana Teresa metidos en mitad del meollo, con Peter de vuelta en la universidad, con un dispositivo que nos podría recordar a Minority Report… y tenemos al final un batiburrillo de historias que no termina de centrarse en nada, siendo la historia menos satisfactoria hasta la fecha que nos ha dado Spencer. Al menos Cazado nos trajo el memorable número del Gibón, pero aquí no hay ningún momento realmente brillante. Quizás podríamos hablar bien del enfrentamiento verbal entre Spiderman y Muerte, pero poco más. Una vez más: lo fuerte de Spencer son los diálogos. Pero igual necesitaría un argumentista al lado o un editor con las ideas más claras.
La sensación que da es que por algún motivo, la editorial ha impuesto la vuelta del 2099 y Spencer ha tenido que hacer un extraño mash-up entre la historia que tenía pensado contar -que, aunque algo dispersa, tiene su punto de interés- y la que quería ver el editor, quedando un circo de tres pistas un tanto confuso por momentos que leído mes a mes no termina de resultar coherente, pero leído del tirón no es que mejore demasiado. ¿Y de qué ha servido traer de vuelta a Miguel O’Hara? El tiempo lo dirá.
Pero si bien es cierto que el trabajo de Spencer es claramente insatifactorio, en el apartado gráfico la cosa empieza de lujo. Tras su debut en el número 25, arranca el trabajo de Patrick Gleason como artista regular de la serie. Y si lo que hacía en DC tenía un nivel altísimo, lo que está haciendo en Spiderman es de otro planeta. Quizás el cambio de aires le haya traído renovadas ilusiones, pero está incluso mejor que en Superman y mucho mejor que en Young Justice.
La lástima es que no dibuja el arco argumental completo: los dos últimos números tienen a Óscar Bazaldúa a los lápices en un trabajo bastante del montón. Y no sólo comparado con los números anteriores de Gleason: es que si lo comparamos con lo que él mismo hizo en Loki, no está a la altura de sí mismo. Sí, de acuerdo, es bastante probable que un dibujante que entra para hacer dos números sueltos en mitad de un arco argumental no disponga de los plazos más holgados que se pueda uno imaginar, pero el resultado final no es satisfactorio.
La sensación que nos deja este arco argumental es que se confirma la sensación que llevamos teniendo con el Spiderman de Spencer desde prácticamente el principio: que nos da una de cal y una de arena. Que define muy bien a sus personajes y sus diálogos son de lo mejor de la editorial en la actualidad, pero que pega unos bandazos en lo que nos quiere contar que nos da la sensación de ir improvisando sobre la marcha. A ver si hay suerte y en el próximo arco toca el Spencer inspirado.
