Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

Una visita al Salón del Manga de Barcelona 2013

Cualquiera que haya visto los telediarios este fin de semana habrá podido ver que dedican unos minutos al Salón del Manga de Barcelona. Normal, los fines de semana, que los políticos descansan no tienen que trabajar no fichan no tienen que justificar su ausencia no toman decisiones no dan titulares (uf, ha costado), los informativos se llenan con noticias de relleno. Que si la Feria Medieval de Matalascabrillas del Duque, que si la maratón de abogados disfrazados de monja, que si el Salón del Manga de Barcelona… No nos engañemos: el manga sólo interesa a los medios cuando hay que un hueco en un informativo o algún adolescente grillado mata a sus padres con una katana.

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De modo que la imagen que el español medio tiene de los aficionados al manga y el anime es la de un puñado de adolescentes (y algún que otro adulto que ya se sabe bañar solo) que se deja los cuartos en tebeos en blanco y negro y DVDs de dibujos animados repletos de sexo y violencia; que aprovechan el Saló para disfrazarse de mamarracho; que juegan a videojuegos que les secan el seso y les obligan a hacer cosas malas como dejar los estudios o asesinar a gente…

Y, desgraciadamente, la imagen que dan muchos de los asistentes al Salón del Manga de Barcelona no dista mucho de ésta. Al menos, la que sacan los informativos: adultolescentes disfrazados, proyecciones de anime, karaokes, stands de Nintendo y Xbox, puestos de chucherías y fondue de chocolate, ropa gótica… Esa es la noticia que vende, eso es lo que el espectador espera ver.

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No quiere saber de la presencia de influyentes autores como Shintaro Kago.

O de espectaculares exposiciones de arte como la de Marta Nael.

O de retrospectivas de autores de manga españoles, bien conocidos tanto en España como fuera de nuestras fronteras.

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No vamos a entrar en discusiones sobre qué pintan los videojuegos, las chucherías y la ropa gótica en un Salón supuestamente dedicado al cómic japonés, excepto el hecho de que el público objetivo de estos productos se solapa, y hay que aprovechar sinergias y concentración de compradores potenciales en un mismo sitio, dispuestos a gastarse todo el dinero ahorrado durante el año. Comercial y empresarialmente tiene sentido: supone ventas para los stands (que al obtener beneficios repetirán asistencia el año que viene), mucha afluencia de público (a 7 EUR la entrada) e ingresos para FICOMIC.

Si no fuera por esta entrada de dinero en forma de tarifas por los stands y venta de entradas, posiblemente FICOMIC no podría permitirse organizar las exposiciones o traer desde Japón a autores famosos. Hasta ahí, bien.

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Pero se corre el doble riesgo de mercantilizar en exceso en Saló, privándole de su sentido original, y de frivolizar la imagen que del manga y sus seguidores tiene el público general, haciendo más difícil su aceptación como forma artística seria y legítima. Es un problema de difícil solución.

Mientras, intentaremos seguir disfrutando de el Saló tal como está concebido, con sus exposiciones y sus otakus disfrazados, sus autores y sus karaokes, sus novedades y sus aglomeraciones, sus virtudes y sus vicios.

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Morir de éxito.

No podemos acabar esta reseña sin mencionar el que ha sido el tema de conversación de todo el fin de semana. El Saló se ha quedado pequeño. Resulta increíble que aun habiendo pasado de los 11.000 metros cuadrados de La Farga a los 35.000 de este año, aún se sigan formando colas espectaculares de hasta 4 horas como las del pasado sábado.

Todos los años ha habido colas, especialmente el sábado, pero lo de este año ha sido, a ojos de todo el mundo, excesivo. ¿Qué ha pasado este año? ¿Ha salido algún anime objeto de deseo de decenas de miles de chavales? ¿Algún autor fan favorite? ¿Regalaban algo? ¿Los famosos brotes verdes? Nadie lo sabe, pero la organización se ha visto desbordada, y aunque reaccionaron cortando la venta de entradas, el caos ya no tenía remedio.

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No es culpa de la organización, porque no pueden prever una afluencia de público como la de este año; tampoco es culpa de los aficionados al manga porque ellos sólo querían entrar con su entrada. No es culpa de nadie: simplemente ha venido más gente de la que podía entrar a la vez en la Fira. El excesivo cumplimiento de las medidas de seguridad y respeto a la capacidad de aforo regulada pudo haber contribuido a que mucha gente tuviera que esperar fuera, pero después del infame caso del Madrid Arena, la organización habrá decidido que prefiere enfrentarse a otakus enfadados antes que a familias de otakus muertos.

Ya se habla de los 50.000 metros cuadrados del centro comercial Gran Vía 2 para el año que viene, pero yo creo que se seguirá quedando corto. Propongo reservar ya el Camp Nou: césped para las actuaciones, stands en los pasillos… incluso tiene vestuarios para el concurso de cosplay 🙂