Cuenta la leyenda que un justiciero enmascarado acogió como pupilo a un joven huérfano, instruyéndole y aleccionándole en todo lo que necesitaba saber para combatir el crimen y, eventualmente, recoger su legado. Lo que no sabía el inocente muchacho es que, junto a todo este entrenamiento, iban incluidas una serie de… primas.
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